Introducción
¿Recuerdas cuando eras niño y estaba completamente paralizado por una mariquita que se arrastraba por el dorso de tu mano? ¿O pasar horas investigando las telarañas y las grietas del suelo de tu patio trasero como mundos enteros en sí mismos?
Cuando éramos niños, nuestro sentido desinhibido de asombro imbuía incluso lo mundano de una fascinación oculta que esperaba ser desbloqueada si nos inclinábamos con suficiente curiosidad.
Sin embargo, en algún momento del camino hacia la edad adulta, el cinismo reemplaza a la curiosidad. La magia se desvanece bajo la presión de la productividad. Recuperar y nutrir nuestra capacidad humana innata para la curiosidad requiere un redescubrimiento consciente de lo que significa abrazar la curiosidad alegre sobre el mundo como un estilo de vida.
Nuestro impulso innato por descubrir
La curiosidad surge de antiguos impulsos arraigados en nuestra biología que nos impulsan a darle sentido a la novedad y al cambio en nuestro entorno. Genera un deseo de convertir lo desconocido en conocido a través de la comprensión.
Los psicólogos dividen la curiosidad en curiosidad diversa que busca novedades y sorpresas, y curiosidad específica que se reduce a una investigación concentrada en ideas no resueltas. Ambos desempeñan funciones evolutivas antiguas de creación de sentido y dominio.
Entonces, ¿qué sucede en los tiempos modernos para atenuar e incluso demonizar la curiosidad, relegándola a una pérdida de tiempo sin rumbo en lugar de reconocer sus profundas ventajas cognitivas?
¿Por qué nuestra curiosidad ha sido sepultada por el ajetreo?
- Las normas culturales valoran las respuestas más que las preguntas, lo que erosiona las habilidades de investigación
- La educación se centra en alimentar eficientemente a los estudiantes con conocimientos fijos en lugar de fomentar el análisis y el discernimiento.
- Las culturas en el lugar de trabajo restringen las oportunidades de experimentación en roles rígidamente definidos
- Los principales medios de comunicación nos proporcionan fragmentos de sonido superficiales en lugar de perspectivas matizadas.
Pero despertar nuestra curiosidad innata incluso en la edad adulta tiene beneficios que cambian la vida cuando se adopta como un estilo de vida.
Los dones cognitivos de la curiosidad
- Mejora la neuroplasticidad manteniendo nuestro cerebro vibrante a medida que envejecemos.
- Crea sinergias de conocimiento que generan momentos "ajá" combinando ideas.
- Proporciona alegría y satisfacción intrínsecas cuando descubrimos algo novedoso.
- Motiva la superación personal continua y el impulso interior para remediar las deficiencias.
- Abre un fructífero desapego de rutinas y suposiciones obsoletas.
Recuperar el asombro y la curiosidad infantiles requiere reexaminar por qué instintivamente dejamos de lado la curiosidad cuando somos adultos y, en cambio, nos inclinamos por pequeños hábitos diarios de cambio de mentalidad y cambio de comportamiento.
Formas sencillas de reconfigurarse para volver a ser curioso
- Dedique tiempo a preguntas no dirigidas en lugar de estar ocupado constantemente
- Convierta las respuestas impulsivas en Google en sentarse primero con la disonancia de la incertidumbre
- Interrumpa rutinas repetitivas alterando peculiaridades ambientales menores para estimular la conciencia sensorial.
Deja que tu niño interior vague libremente
Como reflexionó Carl Sagan: “Todos los niños comienzan como científicos y se llenan de asombro al experimentar el mundo. Para los niños, la curiosidad hace que valga la pena vivir la vida... hay muchas cosas que quedan abandonadas en el camino, bajo capas de responsabilidades y horarios y cosas que quedan sin hacer... pero escondidas en su interior siguen ahí”.
Esta semana, date permiso a través de pequeñas elecciones diarias para redescubrir y liberar a tu niño interior indómito y lleno de curiosidad por el mundo que espera ser reexplorado.
Observa qué fascinaciones olvidadas resurgen cuando les das oxígeno.